Cuantas hojas de historia pueblerina

Ocultan los rincones de mi escuela

en registros de folios amarillos

y pliegues de banderas desteñidas.

Llegan ecos de voces hoy perdidas

algunas de maestros ya olvidados

algunas de muchachos buyanqueros

correteando en sus patios y pasillos.

Mas, no como un castillo de fantasmas

con hierros rechinantes y empolvados

sino un trozo de vida renovada

cada día con tus gritos niño mío.

Tu presencia y anhelo la mantienen

siempre fresca, pujante y animosa

igual que en mi jardin los brotes nuevos

hacen ver juvenil la añosa parra.

¡Esa es tu escuela muchacho, no olvides

ella espera de tí sólo dos cosas

que el saber culminen tus dondes

y que tus manos rincones no maltraten!

PATRIA Y CULTURA

I

En Peñablanca nació la comuna
sencilla aldea bordeando el camino
donde las lomas vieron los afanes
de noble gente forjando su destino.
Las piedras blancas le dieron su nombre
las suaves brisas animaron molinos
y en los viñedos sonaron los cantares
del puente negro hasta la quebrada.
CORO
Patria y Cultura, patria y cultura
bajo este lema
nació mi escuela.
Patria y cultura, patria y cultura
cuando este siglo
llegó la vida.
Patria y cultura, patria y cultura
iremos siempre
tras el saber.
Patria y cultura, patria y cultura
porque este lema
perdurará.
II
Trenes veloces trajero su regreso
los viejos coches salieron del camino
y se quedaron dormidos los molinos
abandonados en las viejas quintas.
Nuestras viviendas surgieron cada día
con el empuje noble del trabajo
y se animaron con luces y canciones
las silenciosas calles barriadas.



Himno de la Escuela Manuel Montt (ex F-406, antigua 93 de Hombres)
Peñablanca, Villa Alemana, 5º región de Chile
Música: Hernán Molina Valderas
Letra: Gustavo Aravena Ramirez
año 1997

En aquellos días lejanos, en que se sentían aires de la modernidad de comienzos de la segunda midad de siglo, la Escuela de Hombres Nº 93 de Peñablanca, ocupaba la añosa casona de calles Baquedano con Parroquia, que ya lucía un buen desnivel con la calle, señalando así su centeneria edificación. Tres o cuatro salas con pupitres de fierro y cubierta de madera, con un peligroso tintero (era la época de las lapiceras que se entintaban) y la singular ranura para ubicar los lápices que nos permitía jugar con ellos; asientos adozados al banco de atrás, que se subían para salir con un bullicio infernal.
Don Oscar Alvarez, su Diretor, y el recordado profesor don Oscar Quevedo, mas una profesora para "primer año de preparatoria", componían su personal docente. El Director, imponente, nos miraba desde su altura con serenidad y ternura, imponía por presencia, con respeto pero no con temor; era el clásico maestro primario con terno impecable y corbata, atencía en 1952 el segundo año de preparatorias.
Las clases se impartían de lunes a sabado, mañana y tarde, excepto miércoles y sábado que eran los preferidos por tener las tardes libres.
El día jueves la infaltable y esperada tarde deportiva, en la antigua cancha del Club Deportivo Peñablanca, donde hoy se encuentra la Población Teniente Orella, con su gran sauce llorón y las chicas que lo rodeaban, lugar favorito de nuestros juegos de indios y vaqueros. ¿Cuántos de sus alumnos de entonces son padres o abuelos de los niños de hoy?. Los infaltables o incidiosos y graciosos motes, entre los cuales descaban: "car'e laucha", "chincolito", "pinguera", "guatón".
Los alumnos como los hermanos Mori, los hermanos Jeria, Iturrieta, Zuñiga y tantos otros, formábamos una niñez alegre que le daba calidez a la ventuzca casona, con las carreras por su pequeño patio, alrededor de la palmera, y por su pasillo frontal de ladrillo, cerrado por una reja de madera.
En Peñablanca de antaño, había un encanto de semiruralidad, de los trenes que llamaban nuestra atención y curiosidad con nulo tránsito y una siesta eterna, solo interrumpida por la gracil campanilla que nos llamaba a clases y a escuchar atentos las historias que hacían volar nuestra imaginación, dejando un recuerdo a este viejo alumno (y con los años, profesor), de este querido Establecimiento.
Hugo Marchant M. 1997